Esa edad crisis y equilibrio entre elegir un jueves por la tarde unas cervezas o un café para poder madrugar y salir a correr los demonios, los kilos y las lágrimas pendientes.
Es la comodidad. Es irte de fiesta con sudadero holgado pero con pintalabios rojo.
Llevar manías en la bolsa para el hambre de medianoche, jabón en gel, gafas oscuras, cepillo de dientes y un libro por si te amanece.
Poder hablar abiertamente con casi cualquier desconocido sin querértelo coger. Dejarte invitar sin sentirte comprometida y agradecer. Invitar sin ninguna razón. Tomarte más de los ocho vasos de agua recomendados, ser semi vegetariana, lidiar con fibras, carbohidratos, grasas naturales y amigos casados que te confiesan que eras su crush.
Los 40s son las hermosas arrugas a las que saludás cada mañana a falta de besos mañaneros, es consentir a tus amigas con comida hecha en casa y quedarte despierta largas horas de madrugada arreglando mundos paralelos, conquistando corazones al azar en Tinder y contando aventuras.
También de soltera a los 40s hay que lidiar con las canas cada mes y los tintes naturales milagrosos. El equilibrio entre lo comercial y lo natural. Entre el rock pop y el indie. Y la despedida de algunos antojos, crushes, músculos, sueños, viejos amigos, looks y largas menstruaciones.
Y toca darle la bienvenida a nuevos ideales, amuletos, rutinas, música y placeres, como quedarse a escuchar la lluvia con café, colorear la casa de las plantas, sembrar hierbas, investigar poderes ocultos y curas milagrosas para ser feliz.
Sos la tía de todos, la mamá de algunos, tus hijos son algunos perros callejeros que te mueven la cola y se alegran de verte.
Te divierte más una corrida en subida que en bajada, un amanecer con pájaros cantando en tu ventana, un abrazo y un beso en la frente que una noche de sexo loco, un intercambio de sonrisas en la calle, una llamada sorpresa que un chat eterno, bailar blues que reggaeton. Y seguís igual experimentando y jugando como niña, con la lluvia, con colores y crayones. A mis 40s me sigo viendo joven y eso me encanta. Y soy más popular con treintañeros y viejos que contemporáneos.
Pienso más en el jardín, en cómo decorar, en el menú de almuerzo, que en mis futuros hijos invisibles. Y las horas se esfuman, se desvanecen como agua. ¿A dónde se fueron los últimos 5 años?
Ya no le pongo etiqueta a casi nada y soy más tolerante con casi todo.
El amor es una lógica platónica, una utopía, un extraterrestre de otra galaxia. El eterno anhelo de princesa pero con sangre, experiencia y dientes de loba. Y cada día te das cuenta que hay que volarse con dinamita los prejuicios que te impiden sonreír.
Porque sonreír aún con todos los dientes propios bien puestos, es un lujo, un regalo y una bendición.
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