martes, 30 de junio de 2020

Papagayos

Mi pelo es una selva 
y mi corazón un mono salvaje malabarista 
colgado del techo. 
La cabeza un hámster a dieta 
viendo jugar gatos 
en el jardín. 
Empiezo a pensar 
que no es tan lindo 
ser un ermitaño como creí.
¡Qué ganas de un abrazo!
que me recoloque los huesos 
y me regrese el color del corazón.
Hoy te diría 
como mis pechos 
extrañan tus manos.
Te comería a besos los labios,
te enseñaría el perdón
olvidando las horas, 
usando mis piernas como agujas de reloj
atándote a mi cuerpo. 
Te contaría las veces 
que he vencido la muerte,
soñando con tu sonrisa
y recordando tu voz.
Esta vez te quedarías,
cerquita,
susurrando tus deseos, 
mientras me ves dormir.
Y mientras voy 
desenredando mi cabello, 
voy soltándote
poco a poco...
un poquito 
y otro poquito.
Quiero guardarte todavía, 
por un rato
para regresar alguna vez,
que vuelvan a cantar y anidar 
los papagayos
en mi cabeza.




viernes, 26 de junio de 2020

Miel

Lo irónico es que,
para llenarse de nuevas ilusiones 
hay que vaciar 
los escondites secretos del alma,
barrer cada oscura y polvorienta esquina
dejar reluciente el espacio 
para una nueva bienvenida.
Mientras tanto, el abismo.
El polvo, los bichos,
las cortinas en protesta.
El eco frío, los ruidos ajenos.
El vacío es absolutamente inhabitable
cuando la luz es tan tenue, 
hay que adentrarse silente, en puntillas
para no despertar ni espantar los recuerdos.
...
Creí haber dejado cerrada esa ventana. 
Ya sin cortinas, desnuda,
es un espejo perfecto.
Casi siempre la gata se asoma 
curiosa, intrigada. 
Temí abrirla por semanas,
era nuestro espacio.
Pero el viento cedía esa mañana 
y no pudo más:
estrepitosamente
la ventana se abrió y
salió volando la memoria. 
Era una biblia de papeles sueltos
pálidos, desordenados, 
pero tan ligeros.
La gata saltó adentro.
Era un reclamo agudo
maullidos de te extraño,
buscaba a sus hijos, quizá.
Salió a buscar su elefante 
y entró a jugar con él 
en silencio,
bajo la luz de su nuevo escondite.
Ahí donde la vida 
acababa de vencer a la muerte,
con juegos, colores y sol.
Ahí donde el vacío
decidió hacerse cómplice
con la magia.