En las últimas semanas, mis lecciones de vida han sido fuertes.
He aprendido del poder de la voz y las palabras.
He aprendido a transformar mis palabras en silencios, en acciones, en energía para realizar tareas.
He aprendido del efecto de los mensajes y sus consecuencias.
El error de decirlo todo. El error de expresarlo todo sin filtro y sin conciencia.
La falta de tacto para confesar pensamientos y sensaciones. La falta de compasión para señalar y juzgar.
He aprendido tanto de las palabras mal dichas, mal entendidas, mal explicadas, mal habladas.
Como todo puede volverse hacia uno mismo con el simple hecho de cambiar el sentido y enfoque de las palabras sin sentido.
Todo se puede transformar en un segundo con una sola palabra.
Podemos cambiar una maldición en bendición y viceversa.
Le tengo más miedo a las palabras que a los actos. Al final los actos hablan solos. No dan tantas excusas, ni se vuelven testamentos, juramentos, testimonios de un montón de carencias y ausencias. Son acción.
Las palabras en cambio son sustitutos, justificaciones y ventarrones de fuego o viento fuerte que te empujan y te avientan o te calman el sentir...
Sigo aprendiendo este camino. Tenemos dos oídos, dos ojos y una boca para aprender a escuchar y ver más que hablar. Para entender bien antes de expresarnos.
Sigo caminando este camino. Las palabras me acompañan y siguen y seguirán fluyendo sin duda... porque son parte de todo, pero cada vez son más cuidadosas. Intento serlo cada día.
Las enfoco en mis tareas y en mi trabajo. En lo que escribo acá para hacerme entender mejor con quien me lee. Pero cuidando herir con ellas sin tener conciencia de su peso, de su significado y de su carga emotiva.
Sigo aprendiendo la vida cada segundo.
La intención desde adentro es ser más sabia y menos impulsiva.
Vaciarme y que ese espacio que antes llenaban mil palabras rabiosas y tristes, lo ocupe la luz del vacío, lo ocupe la música y lo ocupe el amor que siento... y seguiré sintiendo SIEMPRE.
(escrito miércoles 20 de junio 2012)