El y yo
Teníamos en común la vulgaridad
El exceso, el desenfado, la embriaguez.
La honestidad brutal
la soledad
los silencios constantes
las ausencias permanentes
los antes, los después.
Ante el mundo,
éramos dos extremos
tan distintos
tan lejanos, tan contrarios.
Pero nos absorbía la noche
desvaneciendo lo obvio
camuflando de nostalgias
nuestro roto corazón,
buscando urgente
ternura
y un roce cómplice
para regresar al presente.
Éramos tan ajenos
y tan semejantes...
buscándonos la piel,
absurda, fielmente
enmedio de cotidianos
y desencuentros.
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