y mi corazón un mono salvaje malabarista
colgado del techo.
La cabeza un hámster a dieta
viendo jugar gatos
en el jardín.
Empiezo a pensar
que no es tan lindo
ser un ermitaño como creí.
¡Qué ganas de un abrazo!
que me recoloque los huesos
y me regrese el color del corazón.
Hoy te diría
como mis pechos
extrañan tus manos.
Te comería a besos los labios,
te enseñaría el perdón
olvidando las horas,
usando mis piernas como agujas de reloj
atándote a mi cuerpo.
Te contaría las veces
que he vencido la muerte,
soñando con tu sonrisa
y recordando tu voz.
Esta vez te quedarías,
cerquita,
susurrando tus deseos,
mientras me ves dormir.
Y mientras voy
desenredando mi cabello,
voy soltándote
poco a poco...
un poquito
y otro poquito.
Quiero guardarte todavía,
por un rato
por un rato
para regresar alguna vez,
que vuelvan a cantar y anidar
los papagayos
en mi cabeza.
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