Salir de espirales en donde he permanecido atrapada sin darme cuenta siquiera.
Todas estas semanas han sido un proceso de sanación interior y de aprendizaje que apenas sigo construyendo.
Lograr comprender, es finalmente mi meta.
La intuición es la que ha regido este viaje interior.
Ha marcado el camino para la búsqueda, que en mi experiencia es infinita.
En cada desvío encuentro raíces y frutos que me sirven para alimentar mi ignorancia y mi curiosidad.
No podemos curar el cuerpo sin curar nuestro espíritu, sin indagar bien adentro los motivos bestiales que nos han impedido crecer, amar, creer y extender las alas con toda la fuerza que llevamos dentro.
Hoy no me da vergüenza decir abiertamente que mi vida es un caos, pues de este hermoso caos está naciendo mi nueva yo.
Siento como la piel se muta, los poros del cuerpo se engrosan y la vista se agudiza.
Por fuera, una roca lista para la batalla.
Sin embargo dentro, está muriendo un ser indomable e indestructible que agoniza y que duele entrañablemente.
Empieza a nacer otro dulce y confiado.
Empieza a nacer otro dulce y confiado.
Y es lo que busco. Eso es lo que quiero.
Dulzura, confianza.
En este momento, no hay mayor poder para mí que contar con estas dos virtudes.
Ser dura, terca, inflexible, desconfiada y dramática no me ha llevado a donde quiero.
Busco ser como un manantial de agua dulce.
Busco serenidad, intensidad y fuerza.
Sigo en este camino.
Es posible que me vuelva a perder en algún punto, pero hay algo claro hoy.
Soy capaz de lograrlo.
Ayer sentía el mundo encima y el dolor invadirme como veneno.
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