domingo, 2 de agosto de 2020

Sobrio

Y entonces, durante este tiempo y ausencia
Todo se hizo evidente.
Pasó la fiebre, el ardor, el entusiasmo...
el efecto del enamoramiento 
y las ilusiones. 
Así despertaste un día, 
sobrio de amor.
Una mañana te viste enredado 
en mi mundo, 
entre plantas, maullidos,
ruidos ajenos y molestos,
entre mis humores variantes,  
entre sábanas 
extrañando otros tiempos y otros aromas.
Atrapado entre mis redes
y mis peticiones, 
que para mi eran caricias, cercanía 
y unas ganas inmensas de complicidad.
Asfixiado y con resaca de mí
escapaste como cobarde,
como si el diablo te regalara tiempo
y una mejor oferta de cariño.
Una traición no anunciada.
Una huida brusca.
Y a pesar que la resaca de vos, 
me duró semanas y meses
que se sintieron como siglos
en tempestad,
hoy te agradezco el espacio libre en mi cama.
Extiendo las manos, 
acaricio mis mejillas y labios,
regando la sequía.
Me regalo los abrazos 
que ya no sentías darme
y me digo los buenos días,
que te cansaste de pronunciar.
Canto, juego y beso los maullidos,
me levanto,
y me enredo en mi mundo.
Me pierdo por horas 
y te agradezco de nuevo.
Porque sin ti hoy no sabría 
la inmensidad del amor que me habita
y mi capacidad de dar,
porque sin toda esta ausencia
no amaría cada centímetro de mi cuerpo, 
no encendería todas las luces 
sin temor a encontrarme.
He habitado tu ausencia, 
con mis defectos, 
con mi oscuridad y mi fuego. 
Se ha transformado en una hermosa plegaria
para mi corazón.
Le he pedido esta vez, 
que la próxima borrachera de amor, 
dure más 
y un poco menos la resaca.