martes, 30 de mayo de 2017

Motivaciones

Esos estímulos que nos mueven a realizar imposibles, a vencer temores y barreras, a despertar una mañana y la siguiente y la que sigue… para cumplir un reto que nos hará al final sonreír. Van de todos los colores y sabores, y vienen de todos los mundos a ofrecerse para darnos esa satisfacción, para inyectarnos de pasión.

Cuando empecé corriendo hace ya casi 6 años, lo hice con la intención de perder peso. Era una misión imposible, correr 1k., caminar otro y así, a los meses corría de 3 a 4k. sin parar. Yo era sumamente feliz con mi logro. Y entre corriendo y caminando, cuatro veces por semana, un día finalmente logré llegar a los 8k. Ya por esas fechas se acercaba la San Silvestre y mi amigo Juan Pablo, me invitó a correrla. Al principio me negué. Hoy que veo atrás sé que fue mi temor a lo desconocido, a no encajar en ese perfil de “runner” que según yo existía. ¡Qué bien que al final me convenció! Y con mi playera negra de Pink Floyd, audífonos y toda la ilusión me aventé mis primeros 10k de la vida, aquella última tarde del 2012. Gozando como nunca la experiencia de correr con una tribu que vibraba por el mismo motivo. Así empezó mi amor incondicional a la adrenalina de carreras.

Desde ese momento, logré una constancia que nunca antes tuve en mi vida con nada. Sentía que vivía en un mundo pararelo.  De pronto allí estaba yo, celebrando mi cumpleaños de la manera más inusual para mí. Un domingo tempranito (y no de goma) corriendo mi primera media maratón, hasta la fecha mi favorita, Cobán.  Allí en medio de las porras del público, de la música, de los dulces, regaderazos, sonrisas, llovizna, sol chispeante… y en medio de un montón de desconocidos, me sentí tan propia respirando al unísono, descubriendo en cada paso lo hermoso que estaba viviendo, al poder celebrar la vida latiendo y compartiendo con otros latidos. Le estaba enseñando a mi corazón que podía latir de otras maneras y sentirse igual inmensamente feliz.

Y cada año esta celebración es la más especial, pero también cada año ha sido distinta. Me ha tocado estar enamorada y con novio, recién separada, de luto, con el apoyo de mi familia, alegre y en compañía de amigos, con trabajo y sin trabajo, saliendo de una enfermedad, ligera pero también con unas libras de más, sin entreno y sobreentrenada, bien hidratada y deshidratada, con el año resuelto y en proceso de cambios, con pelo corto, largo y de colores, triste, emocionada, desanimada… y también como este año, en solitario. Todo absolutamente todo afecta el resultado y el recorrido. El éxito verdaderamente está en disfrutarla con todo lo que trae.

Solamente algo no ha variado cada año. Me sigue gustando correr con música y la selección del playlist nunca me ha fallado. Eso, y la emoción y ansiedad que genera esa adrenalina desde que empiezo a vestirme y a ponerme los tenis para salir.

Cuando me preguntan, qué se siente, cómo te fue, cómo estuvo, cuánto tiempo hiciste, es difícil para mí expresarlo a quienes no lo han vivido en carne propia. 

Correr para mí es un respiro, ha sido mi salvavidas y mi amuleto de vida. Correr a mí me ha mostrado otras realidades. Me ha instruido en el arte del latido. Es ese momento en que me desconecto y me reconecto. Me ha librado de la depresión y la nostalgia, de la rabia, del enojo y de la frustración. Y me ha transformado en una persona más amable y tolerante, menos prejuiciosa. ¿Quién lo diría, no? Y sí, sigue siendo mi fiesta privada con música a todo volumen, donde puedo cantar y llorar si quiero, si lo necesito. Correr es mi transformador de lágrimas en sudor y sonrisas. Y no hay una mejor forma para mí de explicarlo.

Desde antes de empezar, cuando vas corriendo, al terminar… si observás bien, si lográs quitarte ese prejuicio del “perfil runner” y ponerte en los zapatos del otro, desde el runner con pancita hasta el viejito setentero, desde el chico élite súper pro hasta el full tecnología, el idealista que corre por salvar el mundo y el que corre por sus muertos… te das cuenta que no existe ese tal estereotipo. Todos tienen una motivación distinta y eso es lo hermoso. Sin importar edad, peso, nivel socioeconómico, estado civil, tiempo de carrera, outfit, etc.

Este año en Cobán, al final ya haciendo cola para recibir la medalla, una señora pequeñita de casi 75 años me dice con una enorme sonrisa “esta carrera es mi botox natural, me rejuvenece por lo menos 10 años cada año y la sufro, pero ¡mire! acá estoy otra vez, feliz porque logré hacer 3 horas. Ahorro todo el año para venir y este es mi regalo por tanto trabajar”.  


¡Cómo no intercambiar un abrazo y sentirse feliz de estar vivo! Agradecer y empezar así, mi nuevo ciclo :)